martes, 21 de octubre de 2008

El Héroe

Ayer por la tarde, al doblar una esquina, me crucé con mi héroe.
No era como yo lo recordaba, ni tampoco como mi imaginación lo había construido. En ninguno de los libros que narraban sus aventuras, ni en los documentales que desmenuzaban paso a paso y con objetividad su historia personal, con testimonios de familiares y amigos hablando de su vida y de sus anécdotas más divertidas o definitorias de su personalidad, algunos incluso naufragando en sus palabras ante la certeza de su indescriptible ser, porque él era El héroe, ni las películas rodadas con actores que acentuaban su gallardía, su galanura, su arrojo, su humanismo sin concesiones, ni en los pósters que colgaban de mis paredes representando su gesto y ademanes más conocidos, en ninguna de esas imágenes lo mostraban como yo lo veía en ese momento.
Mi héroe estaba viejo, cansado, arrastraba los pies, había engordado, sus ojos ya no tenía aquel brillo vivaz y su mirada se dirigía continuamente al piso, preocupado en no pisar baldosas flojas que contuvieran agua, caminaba con lentitud, apoyándose en un bastón con la izquierda, en la derecha llevaba una bolsa de polietileno blanca, algo arrugada y sucia, con algo pequeño e insignificante en su interior.
Mi héroe habrá reparado en mí, yo llevaba una remera que lo representaba más joven, en alto contraste, escuchaba en mis auriculares un programa de radio que lo homenajeaba en esos momentos, miraba hacia arriba, hacia el cielo, como seguramente hubiera hecho mi héroe, y, sin dirigirle siquiera una mirada de admiración, dejé atrás al anciano que había sido, y aún lo era, mi Héroe.-

Diálogo entre mi Yo y mi Superyo

- Hay demasiada muerte y violencia en le mundo, no quiero escribir sobre eso.
- Andá, panfletario.
- A quién le decías panfletario? Rajá de acá, ¿Quién te llamó?
- No puedo irme porque soy tu conciencia, y puedo meterme cuando se me de la gana.
- No jodas, además no soy panfletario, todo el mundo escribe de lo que vive.
- ¿Cómo por ejemplo?
- Bukowski, ese vivió escribiendo de lo que vivía
- No me jodas, Bukowski era solo un viejo borracho, escribía bien sólo estando borracho, y además no pensaba en lo que escribía. Los grandes no necesitan escribir lo que viven.
- Onetti sí, él era un grande y escribía de lo que quería escribir, en El Pozo lo hacía.
- Onetti leyó demasiado, era eso, se sobraba para escribir cualquier cosa que se le cantara en las pelotas, Faulkner era un grande.
- Era sí, pero te marea, todo el tiempo saliéndose del contexto y volviendo a entrar, te vuelve loco.
- Pero SABÍA volver, no como el pelotudo de García Márquez que se puso a copiarlo y así le fue
- Un premio Nóbel.
- El premio nobel es como los Oscar, unos mangos y una medallita Demasiado prestigiosa para mostrarle a los amigos.
- Pero ahora se están poniendo las pilas, están dándole premios a pila de desconocidos.
- Un sudafricano, un par de Iraníes, un asiático, y una veterana que vive rodeada de gatos, eso se llama “Políticamente Correcto”
- Mirá que sos maldita.
- ¿Por?
- Me acabás de arruinar la posibilidad de ganar el Nobel.
- No jodas, si ya no se lo dieron a Onetti, nunca más nos dan un Nobel, estamos en el culo del mundo cultural, mucho: “Ay, qué bien los uruguayos, tenemos autores a las altura de Norman Mayler pero nadie nos da bola”, y si no nos dan bola es porque somos unos copiones, eso somos. A lo mejor hasta Felisberto Hernández se parezca a algún escritor que no conocemos pero seguro ganó un Nobel.
- Andá cagar, igual no me iban a dar el Nobel.
- No seas malo, y si querés que te lo den no publiques esto y ta!
- Ni en pedo, si todos empiezan a pensar que estoy loco, sabes como vendo libros?
- Acá eso no rinde, nunca va a ser negocio la locura ajena, prefieren ver tetas y culo.
- Estás siendo panfletario.
- Es verdad, sabés qué, parecés autista, me chupás las ideas
- Tenés razón, soy un vampiro de ideas Autista
- Y mentiroso, sos cualquier cosa menos Autista
- Ufa
- Bueno, me fui!.-

viernes, 10 de octubre de 2008

La máquina de pensar en Gaby

Plagio (descarado) a Mario Levrero (evítense adjetivos tales como: "monstruo", "Maestro", "Genio", "Ídolo", o similares)


Antes que el sueño me dominara hice, tendido en la miserable cama con el colchón gastado, mi habitual recuento mental del estado del apartamento, para evitar que, ante cualquier emergencia, despavorido, intentara moverme en la madrugada en un terreno que no conocía.Las sábanas recién lavadas ondeaban en la azotea angosta, cual mariposas nocturnas de enormes alas. En el baño agonizaba, intoxicada con una sobredosis de insecticida, la última de las trescientas mosquitas de la fruta que habían invadido el apartamento y a las que no tuve más remedio que eliminar. La heladera guardaba el último litro de leche y un trozo de dulce de membrillo, y poca cosa más (mayonesa, ketchup, salsa de soja y algo de mostaza). En la pileta de la cocina los platos se amontonaban sin lavar, y la cocina a gas también presentaba un aspecto de mugre antigua, salpicada de fritura, salsa de tomate y cebolla calcinada. El lavarropas estaba detenido, el microondas desenchufado, en la habitación de al lado todo estaba apagado, salvo el radio reloj, programado para encenderse a la hora habitual y la máquina de pensar en Gaby estaba funcionando defectuosamente, se paraba y volvía a encenderse con un crujido y un ruido de fuelles internos derrumbándose, las fallas eran notorias y en cualquier momento dejaría de funcionar.En mi habitación todo era normal, la puerta del ropero entreabierta para poder meterme más fácilmente al pasadizo secreto que era mi salvación, la ropa depositada sobre la silla de hierro, los zapatos al lado de la cama y el interruptor de la veladora a mi alcance.A la madrugada, sentí un chasquido en la habitación de al lado y de inmediato me faltó el aire. La máquina de pensar en Gaby había estallado y mi corazón se rompía desde adentro.-
Para ella.-