viernes, 24 de febrero de 2012

Tributo

Al principio fue todo muy sencillo: Sonreír sin motivo mirando los videos en la pantalla gigante, recostado a la pared con el vaso en la mano, "Tómate tu tiempo, apúrate, Vos elegís, la chance es tuya, no te tardes". El porro parecía acrecentar el efecto del litro y medio de rosado que se bajaron en menos de veinte minutos, antes de entrar. Sonreía más que nada por la sensación de flotar, el éxtasis positivo de la música a todo volumen lo aturdía aún más.
Pero ahora, con la primer banda tocando, todo había cambiado. Las casi doscientas personas en el local para cien se habían agrupado en un único animal de cabezas, piernas y brazos que buscaba desgarrarse internamente con golpes, codazos, saltos y giros al vacío. Y esa chica, casi niña, esa Polly, con las tetas recién formadas y como buscando manos acariciadoras, puesta ahí, en el medio del pogo que de a ratos se volvía una fuerte marejada, mirando un tanto asustada (seguro que no esperaba tanta violencia, conocería dos o tres canciones, las que pasaban en la MTV todos los fines de año, o el Unplugged y habría pensado: "estaría bueno ir"), sonrió de nuevo entre cada sacudida, se acercó lo más que pudo, ella intentaba llegar a la baranda de madera que protegía el escenario demasiado bajo y logró ponerse al lado de un grandote con barba que aullaba por sobre la multitud, desgarraba su garganta, imitaba al rubio que se había volado los sesos. Para él no había pogo, no había barbudo, no había banda tocando, había solo la chiquilina aferrada a la baranda de madera que soportaba las idas y venidas del monstruo del fondo a la delantera del local, una náufraga dejándose llevar por una ola de carne sudada. Al final se pudo acercar a ella y la rodeó con los brazos, agarrándose a la baranda por ambos lados, intentando no tocarla, coreando: "No te dañes a ti misma, busco ayuda para ayudarme, ella está aburrida de mi", cuando sintió el codo en la nuca. Fue solo un fugaz revuelo de chispas fosforescentes que se le vinieron encima, el dolor le hizo despejarse un poco, no buscó al que le había pegado, total, estaría tan colocado como él. Se sintió bien de pensar que ese codo podría haber ido para ella, y que él la había protegido.
Al barbudo gigantesco le dieron un botellazo en la nuca y cayó hacia atrás, con los brazos en cruz, como un cristo embalsamado, a pesar de que la camisa leñadora había amortiguado el golpe. La banda quiso parar, porque era primo del bajista, pero ante los insultos y las amenazasm debieron seguir mientras dos securitys sacaban al peludo en andas.
Logró acercarse a la Polly a la salida de la primer banda, por un breve instante la masa que buscaba el aire fresco exterior los amontonó contra una pared y él le hizo una seña para que le prestara atención y le dijo, fuerte y sin gritar: "Seguro que a vos te gustan todas las canciones bonitas", pero ella lo miró y le hizo un gesto con toda la cara y las manos como diciéndole: "¿De qué carajos me estás Hablando?", y él, desilusionado, comprendió que lo mejor era irse con sus amigos, que lo esperaban, del otro lado de la vereda, tomando el vino que habían decidido comprar con la plata de las entradas.
Tomó más vino, prendieron otro porro. Segunda banda, más descontrol, volver a salir, esta vez sin heridos graves. No la vio.
La encontró sentada al otro lado, en un zaguán. Estaba con otras dos Pollys casi iguales a ella, rockeritas adolescentes. No había visto a las amigas adentro, tal vez recién llegaban. Ya se había dado cuenta que ella lo miraba con insistencia, pero no se atrevió a cruzar para ofrecerle una pitada, primero por sus amigas, y segundo porque no sabía si era mayor de edad y tal vez hubiera ido con alguien que la estaría vigilando desde algún lado. Se imaginaba y pensaba cruzando la calle ofreciéndole una pitada y ella sonriente pero al fin se quedaba quieto en el lugar, como clavado, y tampoco ella se movía, así que pasó el porro para el que lo esperaba, con el papel pronto para la tuca. Volvió a tomar, caminó hasta la esquina, meó contra un árbol y se apuró a entrar cuando sintió los acordes, lentos y pesados, de la última banda.
Adentro todos estaban quietos, como esperando el momento, la banda era buena, y mucho. No había pasado aún, pero llegaba el momento de tocar ESA canción.
Se metió como pudo, fue empujado hacia adelante en el primer ataque de guitarra, como un pez nadó entre la gente hasta el escenario, llegó antes de que comenzara el primer golpe de batería, allí estaba ella, la rodeó de nuevo, se dejó llevar, sintió sus nalgas haciendo fuerza hacia atrás y frotándose contra su pija inexplicablemente parada, todo el diminuto cuerpo intentando separarse de él. Lo poco que duró el momento lo pudo disfrutar, pero todos volvieron al fondo del local, hubo más espacio y ella se le escapó, el animal empezó de nuevo su proceso de autodestrucción, con saltos, golpes, codazos y patadas. De nuevo la marejada, los sacudones, unos pocos locos tratando de treparse al resto para el Mosh consagratorio, que nadie quería brindar. La voz sonó limpia y sin falsos desgarros en la nota: "Ahora cargá tus armas, invitá a tus amigos, es divertido perder y pensar que no…", él estaba sacudiendo su reciente melena cuando sintió otra vez la llamarada de chispas y ahora la nariz chorreaba un líquido espeso que parecía gris cuando se dio cuenta que le habían partido el tabique y aflojado un diente. No se desmayó, pero se dejó caer hacia atrás sobre la chica, que lo esquivó, y la baranda de madera lo contuvo a medias.
Ella se asustó y pidió ayuda, no lo reconoció, no le importaba. Alguien vino de la barra y lo tomó en andas, separándolo del resto del animal que volvía a recomponerse para un nuevo desgarro y más patadas, más sacudidas. Lo dejaron en un zaguán, la cabeza hacia abajo, justo cuando "un mulato, un albino, un mosquito". El del boliche volvió a entrar, a buscar agua oxigenada y llamar a la ambulancia.
"¿Te duele?", sintió la voz, ronca y asustada, no pudo responder, solo sonrió, supo que era Ella, se sentía tan bien, tan bien, "era horrible, pero bien, domingo a la mañana era todos los días", esperaba verla, sola ahí parada, prestándole atención, no levantó la cabeza hasta que preparó una frase que le hiciera sonreír, a pesar del triste espectáculo de su rostro ensangrentado. Entonces la miró.
Estaba con alguien más, que la abrazaba por la cintura. Cuando por fin consiguió enfocar la vista, creyó alucinar, pero era ÉL, con la sonrisa perdida, el pelo rubio, largo, la barba desprolija sobre el mentón redondeado y su cara de Jesucristo de fin de siglo veinte, mirándolo con simpática atención, otro de sus fans que seguro pensaban que él estaba muerto. Pensó en el efecto del porro y el rosado berreta, pero ahí estaba, con ella en brazos, también intoxicado, sin saber demasiado porqué estaba ahí, más allá de haber ido a buscar a su novia al tributo. Cerca, doblando la esquina, se escuchaba la sirena de la ambulancia….
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Se tanteó la nariz antes de abrir los ojos. Cuatro pisos más abajo pasaban autos por la avenida, frenando en el semáforo y volviendo a arrancar, podía sentir los motores esperando, la clara mañana de domingo se le colaba por las hendijas de la persiana. Tanteó el emplasto de vendas y el corrector nasal, sólo podía respirar por la boca, estaba de espaldas en su cama, con dos almohadas a los costados. La remera ensangrentada se había pegado a los pocos pelos en su pecho. En la semipenumbra de su cuarto distinguió el afiche de su banda favorita pegado exactamente sobre su cabeza, en el techo. Entrecerró los ojos imaginando que Kurt le sonreía en el cartel, sintió la voz de su madre llamándolo a almorzar, LO QUE FUERA, NEVERMIND.-

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