miércoles, 24 de septiembre de 2008

Fragmento...

Le hizo dedo a unos cuantos camiones hasta que uno al fin paró. Iba hasta Paysandú. Serían más o menos cuatro horas de viaje en silencio, porque el camionero no dio señas de querer iniciar una conversación. Mejor, o peor, porque tendría tiempo para pensar.
El bolso no pesaba demasiado, podría dormir en algún parador hasta que llegara a destino, por la comida no se preocuparía, siempre se encontraba algún lugar que vendía baratos los refuerzos de milanesa.
El camino más corto para seguir el viaje sería continuar por el Litoral, haciéndole dedo a los camiones, alguno siempre paraba. Aunque le llevara una semana llegar a la costa.
La ruta era monótona, con el paisaje repitiéndose a intervalos regulares. Se acordó de las palabras que escribió a su madre, confiando en que las encontraría cuando él ya estuviera lejos. De las cosas que había puesto en el bolso, el orden meticuloso que había utilizado, los vaqueros abajo, un par de zapatos a los lados, las remeras arriba, un par de revistas con direcciones de lugares turísticos y un Tetris, por si se aburría. De cómo había juntado en una bolsa todo lo que le hacía recordar a ella, las fotos, las cartas, los peluches y un par de posters y lo había tirado a la basura, y también tachó con corrector las firmas y los corazoncitos dibujados en su cama.

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