miércoles, 24 de septiembre de 2008

Viceversa

Entre la bruma pegajosa del alcohol en el paladar, el dolor de cabeza, el sueño y el sol en pleno rostro, Andrés apenas podía distinguir al que le hablaba. Vio primero el contorno borroso del otro que con las manos a la cintura los miraba, tenía un shorcito rojo y un gorro con visera por toda vestimenta, aparte del silbato en el cuello. A medida que se fue despejando, Andrés veía al otro balancearse con suavidad mientras lucía su cuerpo bronceado y con tatuajes en los brazos. “Pero, pensó, recordando que lo había llamado de Agente, los canas no se visten así”, pensó Andrés, se levantó a medias y pudo darse cuenta de que el otro era un guardavidas. Poco le importaba, fuera policía o vendedor de panchos, el dolor en los músculos, más que nada en la espalda y en las piernas, y el sol fuerte le estaba haciendo doler la cabeza. Andrés se terminó de levantar, el guardavidas seguía allí, con las manos a la cintura.

No hay comentarios: