Se sorprendió al descubrir que lo que había imaginado (el viento frío de la noche abatiendo la llama del encendedor al intentar encender su cigarro, en ese estilo invisible y personal que a ella le fascinaba) había sido sustituido sin previo aviso por una calma y una claridad lunar que no esperaba. Encendió sin problemas el tabaco armado y luego contempló el cielo nocturno que ya conocía de memoria, desde antes de pisar por primera vez ese lugar. Caminó los cien metros, buscando alargar el trayecto y apurando las pitadas al tabaco suave y apretado, más por no desperdiciar tiempo y energías en combatir el frío de sus huesos que por fomentar una leyenda, la misma que lo había llevado a comprar un paquete de tabaco barato (las hojillas ya las tenía, sin recordar muy bien para qué) y mirarse como en perspectiva, caminando a través del paisaje iluminado con la claridad gris de la luna. Se sintió nostálgico, necesitado del abrazo y la caricia en la penumbra, el cuerpo y la ansiedad, las ganas de proteger. Se sintió, a sus veintidós años, abandonado en ese lugar sin saber muy bien porqué, de una vez y para siempre, definitivamente vivo. Pero el estar vivo no era responsabilidad suya, se sentía vivo porque ella lo había querido así.-
Dedicado a mi Rata China, que me quiere así…
Dedicado a mi Rata China, que me quiere así…
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